La complejidad reciente del maridaje tiene mucho que ver con el desarrollo de vinos originales que pretenden fusionarse con platos exquisitos y dejar un gusto inolvidable en el paladar. Por eso, es más importante que nunca aprender el arte del maridaje y asombrar a los invitados.
Siempre que hablamos de maridaje nos referimos a la combinación de un vino con un plato concreto. Dada la disparidad de sabores, texturas y aromas de los alimentos, se hace esencial saber elegir vinos distintos que casen con cada plato cuando los degustamos.
La fórmula básica de un buen maridaje es combinar vinos intensos con platos ligeros y vinos suaves con platos contundentes. Más allá de esta fórmula, hay pequeños factores que un comensal debe tener en cuenta, entre ellos, la forma en que cocinamos y el orden de platos.
Si quieres sorprender a tus invitados con una variedad de vinos y comidas que causan sensación en el paladar, sigue estos cuatro consejos para crear un buen maridaje:
En primer lugar, es esencial no empezar comiendo el primer plato con la compañía de un vino intenso y denso, para después continuar con un tipo de vino más ligero y con menos cuerpo. De hacerlo, nos arriesgamos a que el efecto del primer vino eclipse el buen gusto del segundo.
Por lo tanto, es recomendable elegir vinos blancos o rosados para acompañar la degustación de los entrantes y los primeros platos. Pasados estos platos, podemos elegir un vino tinto que sea joven y continuar con un vino tinto maduro que culmine con vinos más dulzones.
Si queremos mantener un buen equilibrio del peso de las comidas y los vinos, la regla básica que tenemos que tener en cuenta es que los vinos ligeros se sirven antes que los densos.
Otra de las reglas para perfeccionar el arte del maridaje tiene mucho que ver con el equilibrio del peso entre los platos y los vinos: el menú debe seguir un orden armónico que refuerce una auténtica sensación gastronómica. Para ello, la intensidad de sabores debe compensarse.
Factores como los ingredientes que forman parte de un plato, sumados a la cantidad de especias, salsas y grasas son bastante difíciles de digerir. La pasta rellena de bechamel o el pastel de carne son, por lo tanto, platos pesados que combinan con vinos de mayor peso.
Los vinos de mayor peso son las reservas y gran reservas, por ejemplo. Estos se caracterizan por tener una mayor densidad y cuerpo, además de contar con más grados de alcohol, haber pasado por más tiempo de maduración y tener una concentración bastante alta de taninos.
Sin embargo, los platos ligeros que consisten en ensaladas, pescados blancos y ciertos entrantes pueden combinarse con vinos jóvenes de menos cuerpo y densidad, con un sabor suave y menos maduración. Algunos de estos vinos son el vino blanco y el vino rosado.
El objetivo fundamental de todo esto es que el peso de un plato sea similar al peso del vino.
Si queremos ponernos creativos con la combinación del vino y la comida en la mesa, podemos apostar por hacer combinaciones por asociación o combinaciones por contraste.
La combinación por asociación consiste en hacer que los platos de comida y los vinos se complementen. Así pues, la textura, el sabor, la temperatura y el aroma son factores que deben casar bien con los alimentos. Un postre, por ejemplo, combina bien con un vino dulce.
La combinación por contraste, en cambio, consiste en crear una sensación contradictoria en el paladar al combinar un plato pesado, caliente y contundente con un vino blanco seco, que sirve para romper la digestión difícil y la potencia de los sabores con un trago más fresco.
Podemos hacer lo mismo con platos ligeros. Si servimos una ensalada, un cóctel o una crema fría de pepino es aconsejable acompañarlos con un vino tinto que provoque una nueva impresión intensa en el paladar. Así la experiencia gastronómica se realza con el maridaje.
Por último, no debemos olvidar que la elección del vino en la mesa siempre es cuestión de gustos personales. Será nuestra experiencia combinando distintos sabores, aromas y texturas la que terminará determinando nuestro mejor maridaje con vinos llenos de personalidad.
El maridaje se ha convertido en toda una disciplina gastronómica que, de saber dominarla, puede aportar grandes experiencias en la mesa. Es cierto que gran parte de esta disciplina está sujeta por la subjetividad y el gusto personal, pero hay fórmulas para lograr un buen maridaje.
Hacer combinaciones atrevidas, apostar por el equilibrio del peso de la comida y el vino y tener en cuenta el orden de los platos en un menú son algunos de los criterios que los expertos en este extenso arte sensorial siguen con dedicación.
Restaurante El Callejón
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